
WASHINGTON — Durante gran parte de su vida, el presidente Donald Trump se ha autoproclamado como una especie de superhombre que en su juventud destacó en los deportes, tiene energía infinita, necesita pocas horas de sueño y rara vez se enferma.
Así como lo dictó alguna vez para una declaración publicada bajo el nombre de un médico complaciente, él es “el individuo más saludable que jamás haya ocupado la presidencia”.
Por lo tanto, mientras Trump busca convertirse en el individuo de mayor edad en ocupar el cargo durante un segundo periodo, las preguntas que se han planteado recientemente respecto a su condición física y mental le han provocado paroxismos de cólera.
Han complicado sus esfuerzos por poner en tela de juicio la salud de su contrincante, el exvicepresidente Joe Biden, su contemporáneo septuagenario.
El mandatario sacó el tema a colación esta semana cuando mordió el anzuelo del tuit de un detractor y negó haber tenido “miniderrames cerebrales” el año pasado más o menos en la fecha en que hizo una visita misteriosa al hospital.
Sin embargo, Trump solo suscitó más dudas cuando no pudo ofrecer explicaciones congruentes sobre esa visita hospitalaria.
Escribió que fue “para completar mi examen físico anual”, lo cual contradijo lo que explicó en aquel entonces, cuando declaró que se trató de “la primera fase de mi examen físico anual” que iba a completarse más tarde.
Este tema sale a la luz un par de meses después de que la aparición de Trump en una ceremonia de graduación de la Academia Militar de Estados Unidos en West Point causó especulaciones puesto que le costó trabajo levantar y acercarse un vaso de agua a la boca, por lo que tuvo que ayudarse de ambas manos, y se vio especialmente titubeante al bajar una rampa como si tuviera miedo de caerse.
Enfureció en aquella charla y se mofó de la idea de que tuviera algún tipo de malestar ese día. Desde entonces, ha presumido los excelentes resultados que obtuvo en una prueba diagnóstica de demencia que demuestran que “en lo cognitivo estoy en orden”.
Apenas la semana pasada, en una entrevista con The New York Times, Trump arrojó el comentario, sin que se le preguntara, de que estaba en muy buena forma. “Me siento bien”, dijo. “Creo que me siento mejor que hace cuatro años”.
La cuestión de la salud del presidente en ocasiones ha influido en las contiendas electorales, pero pocas veces ha sido tan intensa como este año, en el que Trump, de 74 años, se enfrenta a Biden, de 77 años, quien sería la persona de mayor edad en ser elegida a la presidencia y a veces ha tenido dificultades para expresarse.
El mandatario ha sugerido en repetidas ocasiones que Biden padece algún deterioro de salud (como demencia, pero sin usar la palabra), y la semana pasada, afirmó con falsedad, en dos ocasiones y sin evidencia alguna, que el exvicepresidente consumía drogas.
Fue la repetición de una táctica similar que Trump usó en contra de Hillary Clinton en su campaña de hace cuatro años.