
El anuncio de la agencia sanitaria destaca que el actual repunte pone de relieve los miles de infecciones víricas agudas de la enfermedad que se producen anualmente entre niños, adolescentes y adultos.
La Organización Mundial de la Salud trabaja codo a codo con los científicos y los responsables políticos de los países afectados para tratar de comprender la causa de esta infección que no parece coincidir con ninguno de los cinco tipos conocidos de hepatitis: la A, la B, la C, la D y la E.
Pese a disponer de una amplia información y herramientas necesarias para diagnosticar, tratar y prevenir las hepatitis víricas crónicas a nivel global, estos servicios suelen estar fuera del alcance de las comunidades y a veces sólo están disponibles en hospitales centrales o especializados.
El máximo responsable de la agencia, el doctor Tedros Adhanom Gebreyesus, advirtió que “para lograr la máxima eficacia, la vigilancia de las hepatitis debe prestarse a nivel comunitario mediante un sistema de atención primaria de salud eficaz e integrado con otros servicios de salud que aborden toda la gama de necesidades sanitarias”.
78,000 muertos en 2019 por complicaciones asociadas a la enfermedad. Aunque la mayoría de las hepatitis agudas causan síntomas leves e incluso no se detectan, en algunos casos pueden provocar complicaciones y llegar a convertirse en mortales.
A modo de ejemplo, las complicaciones por infecciones agudas de las hepatitis A a la E causaron en 2019 unas 78,000 muertes en todo el mundo. En paralelo, las iniciativas mundiales de combate a la enfermedad priorizan la eliminación de las infecciones por hepatitis B, C y D.
A diferencia de las hepatitis virales agudas, estas tres últimas variedades causan hepatitis crónicas que duran varias décadas y que provocan más de un millón de muertes al año por cirrosis y cáncer de hígado. Además, son responsables de más del 95% de las muertes por hepatitis.